
Hacía mucho tiempo que no escribía en el blog, más por falta de tiempo que por falta de motivación, pero por fin he conseguido sacar un rato y traeros una nueva historia que contar.
Y precisamente de tiempo va hoy el asunto. Siguiendo la serie comenzada en el artículo anterior, que consiste en que conozcamos un poco más acerca del planeta en que vivimos, y más concretamente cómo hemos llegado a conocerlo, hoy vamos a hablar de uno de los retos más difíciles de conseguir en la historia de la ciencia: la
Edad de la Tierra.
La Biblia
Los primeros intentos serios de calcular la edad de la Tierra fueron realizados estudiando los textos bíblicos, y tasaron la edad de la Tierra en unos
6.000 años, teniendo en cuenta que en dichos textos se citan todas las generaciones (unas 20) desde Adán a Abraham, y se calculan unas 55 desde Abraham a Jesús. De esta forma habrían pasado unos 4.000 años desde la creación hasta el nacimiento de Jesús.
Sabemos a día de hoy que este dato es completamente incorrecto, y que la Edad de la Tierra es muchísimo mayor, por no hablar de la edad del Universo. El error en este caso no estaba en el análisis de los textos, que pudo ser más o menos riguroso y cuidado, sino en tomar los textos bíblicos de una forma completamente literal. Aun así, esta creencia fue mantenida durante mucho tiempo, hasta aproximadamente del siglo XVIII, cuando el nacimiento de la
geología comenzó a dar las primeras pistas de la edad que hoy en día tomamos como acertada.
Comienzos de la Geología

El interés comenzó intentando buscar una explicación a los numerosos
fósiles de moluscos y otros animales marinos que aparecían en las cumbres montañosas. ¿Cómo habían llegado hasta allí? Para explicarlo surgieron dos teorías. Por un lado estaba la teoría
neptunista que defendía que había ciclos de inundaciones que llegaban a cubrir la Tierra por completo, sumergiendo las montañas completamente. El problema de esta teoría es que no podía explicar de dónde venía el agua y dónde iba a parar cuando se retiraba. La otra teoría era la
plutonista, cuyos argumentos eran que la Tierra estaba sujeta a potentes fuerzas interiores que producían los volcanes y los terremotos, pero no daban a explicar como habrían llegado los fósiles hasta ahí arriba.
Fue a la llegada del escocés
James Hutton cuando se empezaron a dar pasos en la dirección correcta. Para empezar Hutton advirtió algo en lo que nadie se había percatado nunca, o que no le habían dado mayor importancia: la
erosión. Se dio cuenta de que la tierra en las faldas de las montañas era mucho más suelta debido a que estaba formada por partículas que los ríos arrastraban desde las cimas y que si el proceso continuaba en el tiempo, la Tierra se volvería muy lisa, así que tenía que haber un proceso generador de nuevos accidentes geográficos.
Tras la muerte de Hutton en 1797, el interés en la geología comenzó a crecer de manera descontrolada llegando a ser la rama científica con más adeptos en el siglo XIX, en incluso un fenómeno social en las áreas intelectuales en general. Entre las múltiples teorías para describir el fenómeno generador del relieve, destacó principalmente
Charles Lyell, considerado el padre de la geología moderna. Lyell planteaba un desarrollo uniforme de la geografía, tan lineal que observando los acontecimientos actuales se podría explicar el pasado geológico. Su obra tuvo tal éxito que prácticamente desbancó el resto de teorías.
Darwin, por poner un ejemplo, fue un gran seguidor de Lyell.
Tras Lyell hubo una avalancha de clasificaciones de la historia terrestre en épocas o periodos, tales como el
Jurásico o
Pleistoceno. Hubo tal disparidad y cantidad de clasificaciones que incluso hoy no hay una única clasificación concertada. Pero a pesar de tanta clasificación y subdivisión, nadie podía decir con certeza la duración de cada periodo, y mucho menos la edad de la Tierra. Para eso tuvieron que pasar aún muchos años.

¿Cómo calcular la edad real?
En este momento te pediría que dejases de leer un momento, dejases correr tu imaginación e intentases pensar algún medio para calcular la edad de la Tierra pues, aunque no hayan conseguido su objetivo, en la historia no han faltado propuestas ocurrentes.
Una de ellas, a manos de
Edmond Halley, consistiría en dividir la cantidad de sal total que hay en el mar entre lo que se añade cada año, y de esta forma calcular cuanto tiempo llevan existiendo los mares; pero por desgracia no se sabía cuanta sal hay en el mar ni cuanta se añade anualmente, por lo que no había forma de realizar el cálculo.
Otro intento vino del francés
Georges-Louis Leclerc que, sabiendo que la Tierra disipaba calor, realizó un experimento calentando unas esferas al rojo y calculando la tasa de pérdida de calor. De esta forma estimó una edad de entre
75.000 y 168.000 años, lo cual era aún muy bajo pero revolucionario para la época.
En pleno siglo XIX,
Charles Darwin en su libro
"El origen de las especies" estimó la edad de la Tierra en unos
306 millones de años en base a sus cálculos, pero no tenía forma de demostrarlo.
En 1897,
Willian Thomson, que fue una gran físico del siglo XIX y padre de la escala de temperaturas absolutas que lleva su nombre (barón de
Kelvin), afirmó que la Tierra no podría tener más de
24 millones de años, debido a que una estrella como el Sol agotaría su combustible en un tiempo menor a ese; pero la mayoría de los fósiles parecían contradecirle.
La confusión y el desatino en dar con una edad creíble duró al menos hasta 1904, año en el que el neozelandés
Ernest Rutherford presentó su trabajo. Rutherford no dio con una edad muy aproximada, pero sí con el medio a través el cual se ha seguido investigando desde entonces. Rutherford se encontraba estudiando la
radioactividad recién descubierta por
Pierre y
Marie Curie y en concreto la desintegración del
uranio. Observó que todas las muestras de material radioactivo tardaban siempre el mismo tiempo en descomponerse hasta la mitad. De esta forma, calculando la radiación que tenía actualmente un material y la rapidez con la que se estaba desintegrando, se podía determinar su edad. Así que calculó la edad del mineral del que procedían sus muestras de uranio, y pudo estimar que tenía una edad de
700 millones de años.
La actualidad
Aún han tenido que pasar muchos años, y a partir del estudio de la radiación se han ido encontrando minerales cada vez más antiguos. De una forma un tanto irónica, la edad actual,
4.550 millones de años, calculada con un error menor del 1%, no ha resultado del estudio de la Tierra, sino de meteoritos cercanos que, lejos de la superficie terrestre, se han mantenido a salvo de la erosión.